EL MAR EN OTOÑO
©Pilar Aguarón Ezpeleta

El tren me ha dejado al lado de la Torre Vieja. Está hermosa, más incluso de lo que yo recordaba. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez, demasiado. El hombre todavía no había pisado la Luna y Paul McCartney se preguntaba que de dónde venía la gente solitaria. Eleanor Rigby vivía dentro de un sueño, ajena al mundo, tal vez por eso nadie acudió a su entierro, ni nadie escuchó el sermón que el padre McKenzie había escrito para su funeral. Él acabó sacudiéndose la tierra de su tumba y nunca más la volvió a recordar.

-¡Pobre Eleanor Rigby!- te dije y tú reíste y me canturreaste el love me do.
No hizo falta que me lo pidieras, porque yo te quería, y creo que tú también a mí, aunque nunca me llegaste a entender.

Quizá no debí volver. Nunca se debe volver a donde se fue feliz. Reconozco la palmera que hay junto a la vía, por entonces era más pequeña y más verde. Yo también he cambiado, hoy sólo soy una extraña, incluso para mí misma. Un ser anónimo con cabeza, tórax, extremidades y algunas células grises. Aunque las mías sean violetas, o eso al menos me decías, porque según tú sólo me servían para soñar.

Ahora me gobiernan a su antojo. Y cuando dejan de enredar, cuando no pienso, cuando viene la ansiada paz, entonces apareces tú. Otra vez, sin poder remediarlo y sin enterarme de por dónde llegas, pero sabiendo que otra vez tus ojos me llenarán de ahogo, sintiendo una amarga y triste felicidad.

Me pesan los años.

El camino se me está haciendo largo, la costana me parece interminable. Sólo el mar, que cambia a cada instante, me resulta conocido, lo demás me es ajeno. He vuelto para buscar lo que fue nuestro: la soledad en la pequeña cala de Lenguadetes al atardecer, cuando se quedaba vacía y sólo se escuchaba el mar.

Llegábamos justo al límite de la Punta de Porroig. Aquello nos parecía el final del mundo, ya no se podía avanzar más.

-Al otro lado del mar está Cerdeña, y más allá Italia- me dijiste un día.

Yo lo sabía porque lo había visto en los mapas, pero nunca hasta entonces había notado ese brillo apasionado en tu mirada. Entonces supe que te acabarías yendo.

Quizá me haya convertido en un remedo de Eleanor Rigby. Delante del mí, como aquella tarde, el gran mar, cerca y lejos, como tú. Quisiera nadar, nadar hacia adentro para olvidar lo que nunca fue.

Love, love me do.
You know I love you.
I’ll always be true.

 

 

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