Hueles a Sándalo

Prólogo©José Antonio Prades.2010

Las grandes historias de amor siempre están de moda y nunca caducan: Marco Antonio y Cleopatra (ah, Julio César); Calixto y Melibea, con su Tragicomedia; Diego e Isabel, los Amantes de Teruel; Romeo y Julieta, Montescos y Capuletos; Oliver y Jenny, de “Love Story”; Florentino y Fermina, que amaron en los tiempos del cólera; Rick e Ilse, a los que siempre les quedará París; el conde Laszlo y Katherine, de “El paciente inglés”… Casi todos los escritores incluyen sensaciones de amantes en sus creaciones. Las pasiones amatorias son ingredientes que provocan atracción en el lector, quizá porque quien las ha vivido es capaz de revivirlas, o quizá porque quien no las ha vivido puede vivirlas con el transcurrir de la historia.

La buena literatura arranca sensaciones dentro del mundo irreal que se crea por arte y magia de unas palabras, ya sean narrativa, poesía, teatro o guión de cine. La pasión amorosa es uno de los altercados humanos que más intensas sensaciones produce porque nos arrastra fuera de la razón y nos provoca el vuelco de los sentidos. Cuando la literatura se involucra en ese frenesí de locura y, convertida en arte, nos trasmite sus conmociones, llegamos al estado de lectores catalépticos… y sentimos. Oh, maravilla.

“Hueles a sándalo” es una novela que sólo, nada más y nada menos, es una historia de amor, una historia de amor por sí misma, sin otra intención que mostrar cómo Fernanda y Rubén se aman, cómo se conocen, cómo se desean, cómo se divierten, cómo se separan, cómo se añoran, y cómo son capaces de amar el amor sin saciarse. Dos muchachos que maduran sin alejarse de su corazón juvenil para conservar las brasas del incendio sentimental que casi los destruye. Es una historia de ida y vuelta, con diferentes rutas y paradas, que se mueve por un trayecto repleto de peripecias inesperadas. El episodio de las tarjetas es tanta delicia como encontrarse cincuenta higos abiertos, jugosos, sabrosos, dulces, eróticos… recién caídos de la higuera.

Y es también una novela histórica, aunque solamente sea así clasificada para encuadrarla en el género más mediático, que refleja una época reciente, nuestra época, desde los años 80 hasta hoy, treinta años de clamor, porque describe, tomando partido, los avatares de la historia internacional en esas décadas que acompañan a los protagonistas en su amorío. Sin la Segunda Guerra Mundial, “Casablanca” no habría existido tal como es (quizá Ilse aún viviría con Rick en París).

Tengo la misma edad que Fernanda, catorce años cuando murió Franco, y vivo en la misma ciudad que ella, Zaragoza… Conocí “Cancela”, la cafetería donde se ven por primera vez, me sentí indefenso en las artes del ligoteo cuando disputaba una chica a un cadete uniformado como es Rubén, supe de algunos de estos muchachos forasteros que se aprovechaban de las chicas zaragozanas para tener desahogo pasajero mientras cursaban en esa ciudad los tres años de Academia, y tuve mal (y bien) de amores juveniles por las mismas calles que ella transita: Paseo de Sagasta, Dato, Gran Vía, Plaza de Aragón, Independencia, César Augusto… ¿Quizá por eso he disfrutado con esta novela? Quizá. Pero no sólo por eso.

Para mí, Rubén es el malo. Sí, ni siquiera me lo parece el padre de Fernanda, que también interviene lo suyo, o el del propio Rubén.. Este chico se lleva mi etiqueta de malo, que debe existir en cada relato que fabrique vida para el lector. Y creo que opino así porque Fernanda me ha cautivado como debe cautivar cualquier protagonista de una buena historia para sumergirse en sus páginas y no parar hasta el desenlace… que, por cierto, es muy inteligente, así que más loores para la autora. Probablemente, a otra persona le cautive Rubén, es lo que tiene la vida, que nada es negro ni blanco, sólo lleno de tonalidades de gris que, en la paleta de Fernanda, se llenan de color para cubrir de pinceladas su eterna desazón, la que refleja en los ojos de su cuadro “Moreno de verde luna”, sin saber que ahí va a residir el imán que mantendrá viva la atracción. Misterio en el frenesí.

Además, es una novela que nos hace viajar, no se queda en Zaragoza, su lugar de origen, sino que, como vuela una pluma de paloma, nos pasea por Florencia, Madrid, París, Nayaf y Diwaniya (Irak), Herat (Afganistán), de la mano de dos rutas paralelas que no terminan de encontrarse, casi ni siquiera al final… Pero no cuento más.

He sonreído.

Me he enfadado.

Me he emocionado…

He vuelto a sentir escalofríos de hombre enamorado…

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información. ACEPTAR

Aviso de cookies