HISTORIAS DE TRES MUJERES CON SOMBRERO ROJO
Publicado en Heraldo de Aragón. NARRATIVA ARAGONESA. ‘ARTES & LETRAS’ (02/08/2020)
Reseña de Carlos Manzano.
Tres narradoras de Zaragoza ante el pasado, el tiempo, el sueño y la existencia Pilar Aguarón, Marta Navarro y Ana Rioja firman el volumen ‘Historias de tres mujeres con sombrero rojo’ (Huerga & Fierro)
No es habitual que un libro escrito por tres autores diferentes presente una unidad conceptual y estilística tan acusada como sucede con ‘Historias de tres mujeres con sombrero rojo’, publicado por Huerga & Fierro en 2020 y firmado por Pilar Aguarón Ezpeleta, Marta Navarro García y Ana Rioja Jiménez. Y sin embargo la obra en su conjunto ofrece tanto en la forma como en el fondo una coherencia incuestionable.
El libro está dividido en tres partes, ‘El almacén de las vidas robadas’, ‘Al otro lado de la frontera’ y ‘Retazos de literatura y vida’ (a cargo de Aguarón, Navarro y Rioja respectivamente), pero aun así todas las historias aparecen atravesadas por un mismo aroma que les confiere cierto denominador común: el tiempo, lo que fuimos y lo que somos, lo que hubo y lo que soñamos que habría, la vida, el silencio, los recuerdos… Y en cada una de sus partes hay al menos una mujer con sombrero rojo, un color que, además de llamar poderosamente la atención, puede tener cierta connotación de orgullo, de provocación, en ocasiones incluso de rebeldía, como sucede con algunas de las mujeres (casi todos los relatos tienen protagonistas femeninas) que atraviesan sus páginas.
Las mujeres del libro son, pues, mujeres que habitan un mundo que no está hecho a su medida pero del que no hay escapatoria posible, que viven el aislamiento y el olvido de la España vaciada con entereza y hasta con un punto de desafío, que sin apenas recursos deciden plantar cara a un grupo violento de neonazis poniendo en peligro su propia integridad o que se enfrentan a su primera experiencia laboral (en este caso la crónica de un partido de fútbol) asumiendo que el aprendizaje exige un esfuerzo extra (y también una cierta dosis de casualidad y de fortuna).
Y entre un suceso y otro, entre un acontecimiento y el siguiente, está la vida que pasa, los recuerdos que se acumulan sin tregua, los errores que van dejando cicatrices, las sorpresas más inesperadas, el miedo y la ignorancia que acaban por bloquear todas las salidas, las amigas que se iban a comer el mundo pero que se han ido quedando atrás, la desgracia que se fue cebando con quien menos lo esperaba… Un buen resumen del libro podría ser que la vida, al fin y al cabo, no era más que esto.
Aunque todos los relatos presentan un excelente nivel literario, me gustaría, por razones de espacio sobre todo, destacar uno de cada autora. De Pilar Aguarón me ha parecido especialmente sobresaliente el que lleva por título ‘Mi hermana Inés’, el cual además encabeza el libro, una historia que pone de manifiesto que en ocasiones el lugar común, o eso que a veces se llama “sabiduría popular”, no es más que una excusa para evitar entrar a fondo en las complejidades de la vida, para no ver que todo tiene un envés y que a menudo el mayor error que podemos cometer es aceptar las formas convencionales de entender la realidad.
Marta Navarro construye en su relato ‘Frontera’ un magnífico ejemplo de cómo muchas veces las injusticias más flagrantes tienen lugar porque aquellos que deben desempeñar un papel, y por cuya labor son debidamente remunerados, no dudan en ejercer escrupulosamente su cometido.
Y de Ana Rioja me atrevería a destacar el texto titulado ‘Las lágrimas con sabor a anchoa de Beatriz’, cuyo final ofrece una excelente muestra de hasta qué punto la ignorancia, aunque estemos movidos por la buena voluntad, se convierte a menudo en un terrible generador de desgracias y puede llegar a provocar daños terribles.
En resumen, un excelente libro de relatos de tres magníficas escritoras que juegan a la perfección con el pasado, con el tiempo y con las duras vicisitudes de la existencia, y que tienen bien presente, además, que ninguna buena idea, ningún buen argumento, supera la condición de simple anécdota si no se sostiene sobre un andamiaje formal que le confiera verdadero sentido y lo presente ante el lector como un artefacto multidimensional y polisémico: por si a alguien se le olvidaba, en eso consiste precisamente escribir literatura.
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