Prólogo

©Pilar Aguarón Ezpeleta.Como en las anteriores obras de Aguarón Ezpeleta, cada personaje, cada detalle, por intrascendente que parezca, acaba siendo una pieza clave para entender la trama del relato. Nada es trivial. Desde un  broche de plata antigua que va cambiando de manos, a una vieja canción revolucionaria, o las deudas, los compromisos y el sentimiento de culpa. Todo tiene su precio y se acaba pagando.

La singular y brillante forma de narrar de esta autora, que como bien dice Fernando Aínsa, está dentro de la mejor tradición del realismo histórico español.  Va atrapando al lector y lo envuelve en un armazón de personajes, en principio ajenos entre sí, pero que terminan encajando en un puzle perfecto y sobrecogedor. No espere el lector conformarse con una primera y única lectura, es imposible no volver atrás para indagar en los porqués de cada suceso y descubrir el hilo invisible que hilvana los unos con los otros. Todo tiene una razón de ser y todo se ajusta como la maquinaria de un preciso reloj suizo. Cierto es, que, como pasaba en sus anteriores obras, hay personajes tan cuajados y tan ricos que de ellos se puede sacar otra novela. Pero lo que quiero destacar, es que ese es precisamente su estilo narrativo, lo que le da personalidad propia, lo que la diferencia de otros narradores, el encanto de contar historias dentro de las historias.

Considero que La vida que vendrá es la continuación perfecta a las dos anteriores: La casa de los arquillos y Las verdaderas historias de amor son pasajeras. La autora vuelve a describirnos a  seres solitarios y desarraigados, supervivientes en un mundo hosco y hostil. Volvemos a deambular por la posguerra,  por la olvidada guerra de Ifni, por las esplendorosas y a veces sórdidas décadas de los sesenta y setenta, entre los últimos estertores del franquismo y la transición democrática. Historias que nos pasean por la época dorada de la contracultura norteamericana, el rock and roll sinfónico, las revoluciones fracasadas y la decepción.

Una docena de personajes que no se rinden, que no se disfrazan, seres valientes, auténticos y luchadores, que deambulan, sin perder la dignidad, entre los miserables burdeles del Raval y la prostitución de lujo de los barrios altos. La autora vuelve a destapar la  hipocresía, la doble moral y la decadencia de unos seres impúdicos y obscenos, donde el dinero no siempre lo puede comprar todo.

Esta vez el hilo conductor, la pieza clave que hace que al final todo encaje, es la hermosa valquiria que llega España con el nuevo siglo,  buscando una oportunidad, quizá la tierra prometida. Como un guiño narrativo, ya desde las primeras líneas de la novela, sabemos que nada fue como ella lo había imaginado. Pero no hay que desesperar, porque lo que nos enseña este magnífico relato es que lo importante no es lo vivido, ni siquiera lo soñado, sino la vida que vendrá y que todo estará bien, si bien acaba.

 

©Manuel Relaño Salz.2017

 

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