Reseña de El último deseo de Marcial Longares, por Anabel Consejo

  • El último deseo de Marcial Longares
  • © Pilar Aguarón Ezpeleta
  • Novela, 166 páginas
  • La fragua del trovador, Zaragoza, 2022

En esta quinta novela, Pilar Aguarón Ezpeleta vuelve a atraparnos con las incógnitas y las sagas familiares. Su imaginación no tiene límites y nos sumerge, de nuevo, en los acontecimientos de un linaje, situándolos perfectamente en nuestra historia reciente. Debemos agradecer a Pilar que sus familias nos hagan perdonar la idiosincrasia de las nuestras o, al menos, que seamos capaces de mirarlas de una forma más benevolente. La zaragozana ya nos tiene acostumbrados a su prosa directa, sin rodeos, rápida y afilada como un bisturí, estilo que le ayuda a presentarnos secretos y deseos que van íntimamente ligados a la pintura. Pilar nos enseña personajes misteriosos frente a aquellos que sufren el misterio; frases lapidarias que te hacen pensar en la crudeza que transmiten, que te hacen creer que son maldiciones o conjuros que pueden recaer sobre el personaje e, incluso, sobre el propio lector; paisajes y santos inventados que son más que reales, porque todo lo que ella escribe es verdad. Sus tramas, entrelazadas con maestría en una urdimbre espesa, acaban siempre de forma resolutiva y, esta vez, en un final feliz. Tal vez sea esto lo que más me ha llamado la atención, el final. No destriparé en absoluto la historia, pero todas las novelas de Pilar llevan la pátina del desencanto, de la decepción, del realismo desnudo y sincero, sin adornos ni mojigaterías. Sin embargo, en El último deseo de Marcial Longares hay una puerta abierta a la esperanza, al perdón, a la redención, a la paz y al amor. Un final donde una familia alcanzará la redención. Y todo esto gracias al arte, que es la herramienta que trasmite el perdón y la concordia. Si Rosa de Lima no hubiera sido artista, quizás no hubiera encontrado la manera de llegar a esta liberación. ¿Quizás también haya sido el propio arte de la escritora lo que le haya llevado a la conclusión de que sin pintura sin escritura no se llega a la armonía existencial? Tendré que preguntárselo cuando la vea, que me explique este cambio de registro, esta puerta abierta hacia un cielo velazqueño. Habrá otra cosa más que también tenga que preguntarle: el porqué de esa cubierta negra que parece predecir una historia oscura, que también lo es, sin un ápice de alegría. Y, sin embargo, como ya he dicho, hay redención y amor a raudales. No son habituales las contradicciones en nuestra Pilar. ¿Hacia dónde nos conducirá en su próxima obra? Menuda intriga.

El ultílogo merece una mención aparte. Es un reconocimiento a la madre de la autora, una declaración de amor y admiración. Escrito como si fuera un relato corto, está preñado de cariño y emoción. De este relato se puede deducir de dónde ha sacado Pilar su gusto por las frases lapidarias. De tal palo, tal astilla.

Simplemente deciros que si compráis esta novela no os equivocaréis, porque es una elección infalible, como diría Octavio.

Anabel Consejo Pano

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